Cuando pusimos nuestra fe en Jesús y su obra redentora, nuestro Dios nos regaló nada más y nada menos que la Vida Eterna. Pero los beneficios de haber recibido a Cristo en nuestros corazones son enormes e incontables. Uno de ellos, y quizás uno de los que más se menciona en la Biblia, es el derecho que hemos adquirido a ser llamados «hijos de Dios» ¡Sí, tenemos un PADRE celestial! Y, sin embargo ¿Por qué muchos en la Iglesia se siguen sintiendo huérfanos? O al menos viven como si no tuvieran una familia espiritual. No solo les cuesta entender la relación con Dios como «Padre», sino que también se niegan a crecer en el compromiso con sus hermanos en la fe, y con la Iglesia como familia.
En ésta reflexión, el hermano Víctor Martínez Aguirre nos invita a meditar en los pasajes de la Biblia que nos hablan ésta nueva y maravillosa relación que tenemos con Dios, y de la indescriptible bendición que tenemos de ser parte de su gran familia, pero también nos exhorta a asumir nuestros compromisos dentro de ésta familia y a dejar de actuar como si aún fuéramos huérfanos.