En todo lo que hacemos a diario, ya sea en cosas pequeñas o casas grandes, están en juego nuestras motivaciones. Hay cosas que las hacemos con buenas motivaciones, otras con malas motivaciones y, otras incluso, sin ninguna motivación. La falta de motivación muchas veces nos afecta impidiéndonos ocupar nuestra vida en las cosas verdaderamente importantes y trascendentales. Jesús conocía muy bien ésta característica humana, y le preocupaban las motivaciones de sus discípulos, pero más le preocupaba que no cayeran en las garras de la apatía fruto de la falta de motivación. Por eso, una y otra vez, les puso el ejemplo de su propia vida, movida y motivada por el amor al Padre y a la humanidad a la cual venía a rescatar.
La falta de motivación, o al menos de una motivación correcta, es una de las principales causas de que, como Iglesia, aún no hayamos completado la gran comisión que nos encomendó el Señor. La falta de motivación en ti y en mi retrasan la obra del Reino, tanto en nuestras vidas, como en todos los lugares de influencia en los que nos movemos.
En ésta reflexión, el hermano Víctor Martínez nos desafía a evaluar nuestras motivaciones y nos comparte las claves para recuperar la motivación sana y correcta que nos llevará a ser cristianos eficaces en el mundo de hoy.