Muchas veces, miramos los episodios duros y difíciles de nuestro pasado de manera negativa, y preferimos eliminar esas experiencias de nuestro recuerdo y realidad. Sin embargo, cada escena de nuestro pasado fue visto por Dios primero, y Él nos permitió vivir cada cosa, buena o dolorosa. Pero Grande y Misericordioso es nuestro Señor que usa aún esas cosas para bien, transformando nuestras más terribles cicatrices en preciosas y valiosas perlas. Sí, así como esos pequeños moluscos heridos que generan una joya tan preciosa a partir de aquella herida que se les hizo, Dios puede transformar tus heridas en invaluables tesoros que pueden enriquecer tu vida, y la de muchos más. En ésta reflexión, el hermano Pablo G. nos invita a cambiar nuestra visión acerca de nuestro pasado.