Dios creó a hombre con la capacidad de hablar, pues su plan original era poder compatir tiempo de diálogo con su criatura, y así fue durante un tiempo con Adán, a quien el Señor visitaba para charlar en sus paseso por el huerto del Edén ¡Perfecto ejemplo de lo que es la oración, una charla abierta y sincera con el Creador). Pero esa comunicación íntima se interrumpió con la caída del hombre. Desde entonces, a humanidad ha buscado comunicarse con Dios (o al menos con algún ser superior, según cada época y cultura). Así nació el rezo de diferentes «fórmulas» con el obeto de poder ser oídos. Y así la oración se convirtió en un rito, en un monólogo. Pero la Biblia nos anima: ¡Orad sin cesar! ¿Es posible esto?
En éste mensaje, el hermano Pablo G. nos desafía a experimentar las bendiciones de practicar un diálogo constante con Dios, en el cual le hablamos en cualquier momento del día y en toda circunstancias y así aprendemos a oírle respondiendo a nuestras inquietudes ¡Es posible hacerlo!