Jesús tuvo muchos días difíciles mientras estuvo en la tierra. Hubo especialmente uno en el cual recibió los ataques de todos los grupos religiosos de su época. Los judíos más eruditos de su tiempo, aunque entre ellos tenían grandes disputas, aquel día se unieron con un propósito común: encontrar algún error en el Maestro. Y todos ellos, escondidos tras un manto de aparente piedad, vinieron a probar y tentar a nuestro Señor, y como se sentían personas de «elevada» categoría religiosa, le lanzaron algunas preguntas «trascendentales» para la religión judía, como por ejemplo «qué es lo más importante» para todo judío. Y ellos esperaban que Jesús se enredara en alguna respuesta complicada y elaborada en la cual cometiera un error. Pero se llevaron sopresas que los dejaron con la boca abierta y a la vez cerrada. Una de esas respuestas fue tan sencilla que cualquier niño podría entenderla, pero tan poderosa que resumió todo el contenido de la Torá y los profetas en 2 frases. Hoy vivimos en un mundo de mente científica, en donde queremos saberlo todo, revelar todos los secretos, conocer el por qué de todas las cosas. Y como cristianos habitantes de éste planeta somos contagiados por dicha mentalidad. Al principio aceptamos sin dudar las cosas más básicas y sencillas del Evangelio, pero con el tiempo nos estancamos en nuestro crecimiento espiritual, olvidando esas cosas sencillas para querer conocer y explicar cosas «trascendentales» de nuestra existencia. En éste mensaje, el hermano Pablo nos invita a pensar como Jesús, y volver a mirar las cosas básicas del Evangelio, las cuales encierran lo más importante de todo aquel que quiere ser un buen cristiano.