Vivimos en un mundo que, desde que nacemos, está intentando imprimir en nosotros una identidad «ajena». Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, no solo en el aspecto, sino también en cuanto a nuestra moral y relación entre el bien y el mal. Pero todo a nuestro alrededor intenta hacer que olvidemos a Dios y vivamos de manera totalmente opuesta a lo que el desea. La publicidad, la moda, las diferentes corrientes de pensamientos, la televisión, los famosos, las amistades, en el colegio/instituto/universidad, etc… todos nos asedian a diario queriendo forjar sus propios modelos en nosotros, anulando nuestra identidad. Como cristianos, somos un blanco predilecto de los ataques de identidad, el mundo y el príncipe que lo gobierna nos atacan intencionadamente, intentando destruir nuestra identidad en Cristo. La mayoría de las veces los ataques a nuestra identidad son muy sutiles y engañosos, pero otras veces son abiertos y directos ¿Cómo afrontamos y respondemos a dichos ataques? Lo cierto es que, lamentablemente, vemos como una gran mayoría de los que profesan ser cristianos los domingos en la Iglesia, durante la semana exponen una identidad que dista mucho de la cristiana.
En éste reflexión, el pastor Jorge Farfán nos invita a reflexionar en la vida de un personaje del Antiguo Testamento, quien junto a sus amigos fue atacado duramente en su identidad racial, cultural y religiosa y, sin embargo, decidió no perder, abandonar o dejarse robar su identidad como siervo de Dios ofendiéndole. Su decisión fue firme y Dios le respaldó. Tu también puedes guardar intacta tu identidad en Cristo, la decisión está en tus manos.