Cada Iglesia se enfrenta a un desafío enorme: compartir el Evangelio con toda su ciudad, o por lo menos con su barrio. A veces ésto reto nos resulta algo muy grande para alcanzar, y desde el punto de vista natural puede parecer, sino imposible, demasiado difícil de alcanzar, aún para congregaciones con varios centenares o miles de hermanos, y mucho más para las más pequeñas y modestas. Sin embargo, es una tarea que Jesús nos ha encomendado y aún espera que la cumplamos: «ser testigos a nuestras Jerusalén», y no solo eso, sino a cualquier otra ciudad o pueblo al cual nos llame como Iglesia a llevar el Evangelio.
El Apóstol Pablo confrontó éste desafío sin temor. El se propuso compartir el Evangelio con ciudades enteras, en ocasiones él solo, pero la mayoría de las veces acompañado de un pequeño grupo de hermanos ¡Y lo hizo! Conmovió a algunas de las ciudades más grandes e importantes de su época ¿No podremos hacer nosotros lo mismo?
En ésta reflexión, el pastor Jorge Farfán nos invita a reflexionar en un pasaje del libro de los Hechos que nos relata cómo hizo el Apóstol para compartir las Buenas Nuevas en una gran ciudad, extrayendo de la lectura valiosos principios que nos pueden ayudar como Iglesia a conquistar el desafío de llenar nuestra ciudad con el mensaje del Evangelio.